Franz Kafka

Fue autor de las novelas El proceso (Der Prozeß), El castillo (Das Schloß) y El desaparecido (Amerika o Der Verschollene), la novela corta La metamorfosis (Die Verwandlung) y un gran número de relatos cortos.7 Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos.8 Su peculiar estilo literario ha sido comúnmente asociado con la filosofía artística del existencialismo —al que influenció— y el expresionismo. Estudiosos de Kafka discuten sobre cómo interpretar al autor, algunos hablan de la posible influencia de alguna ideología política antiburocrática, de una religiosidad mística o de una reivindicación de su minoría etnocultural, mientras otros se fijan en el contenido psicológico de sus obras. Sus relaciones personales también tuvieron gran impacto en su escritura, particularmente su padre (Carta al padre), su prometida Felice Bauer (Cartas a Felice) y su hermana (Cartas a Ottla).
Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez se encuentran entre los escritores influenciados por los escritos de Kafka. El término kafkiano se usa en el idioma español para describir situaciones insólitas, por lo absurdas y angustiosas,9 como las que se encuentran en sus libros y tiene sus equivalentes en otros idiomas. Solo unas pocas de sus obras fueron publicadas durante su vida. La mayor parte, incluyendo trabajos incompletos, fueron publicados por su amigo Max Brod, quien ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos
Georg Kaiser

Una enfermedad tropical contraída en el curso de un viaje a caballo le obligó a pensar en un retorno a Europa; y así, abandonó Sudamérica y, por España e Italia, volvió a la patria, donde residió ordinariamente en Magdeburgo. En adelante prevalecieron en él la literatura y la profesión de escritor; tal actividad le pareció la única susceptible de ayudarle a vencer el estado de ánimo provocado por la dolencia, que persistió durante años enteros
Orientado hacia el teatro, publicó en 1911 su primer drama, La viuda judía, obra a la cual siguieron rápidamente otras que le llevaron al éxito de Los burgueses de Calais (1917) en Francfort, triunfo que le dio gran actualidad y reveló en su producción motivos, aspectos, estados de ánimo y vibraciones sentimentales que luego pasaron a ser hasta cierto punto el hilo conductor del teatro expresionista.
Durante los dos años que siguieron a tal éxito llevó a la escena otras trece obras, entre ellas De la mañana a la medianoche, El párroco Kleist, que provocó las iras de la censura, y Gas, en la que aparece singularmente destacada la oposición entre la moderna civilización mecánica y la vida del espíritu, que se siente como ahogada por aquélla.
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